Hoy os traigo el cuarto capítulo de El poder del medallón.
Los que ya me conocéis más, sabéis que la semana pasada y la anterior colgué los dos primeros capítulos y el tercero.
Con la portada sigo sin saber cuál elegir. Soy una indecisa, ¿qué le voy a hacer? Lo que sí sé seguro es que aparecerá un cuervo.
Ana Traves, una excelente bloguera y aún mejor amiga, me ha ayudado muchísimo a diseñar dos posibles portadas nuevas con un cuervo sobre una bola de cristal. Aún no tengo terminada la última, ya que me queda por añadirle un rubí al medallón y algunos reflejos mágicos, pero la semana que viene os las presento sin falta para que, de nuevo, me aconsejéis, ya que quiero tener maquetado el libro para el próximo viernes o, como mucho, para el fin de semana que viene.
De momento, os dejo las tres posibles portadas (recordad que la última no está completa todavía) para que me ayudéis a elegir:
Sin más dilación, os presento el cuarto capítulo de El poder del medallón. ¡Espero que os guste!
EL PODER DEL MEDALLÓN
Noemí Hernández Muñoz
Laura Mendoza Hernández
Capítulo 4
Una antigua leyenda
Los
jóvenes despertaron con muchas energías, desayunaron frugalmente y se pusieron
en marcha. En el cielo lucía un sol radiante y la brisa los invitaba a
disfrutar del camino, pero los compañeros sólo pensaban en una cosa:
conocer la identidad de los Caballeros
del Cuervo. Tenían que encontrarlos pronto y detenerlos o los reyes de Vaneval
y Silvest morirían sin remedio.
La
tensión viciaba el ambiente. Neridah y Jairo aún desconfiaban el uno del otro
y, aunque no habían vuelto a discutir, ninguno de los dos disimulaba su
frialdad. Aarón sugirió contar historias para hacer el viaje más agradable. A
Neridah le pareció una buena idea. Aquello les sería útil para distraerse. De
todas formas, aquellos guerreros misteriosos podrían estar en cualquier parte.
Jairo
contó la primera. Trataba sobre un caballero que partía de su hogar para vivir
aventuras. Después, Aarón tocó su flauta y la música alegró el camino durante
un rato. Neridah le tomó el relevo y narró un cuento en el que una ingeniosa
campesina salvaba una aldea de las garras de un dragón. La joven advirtió con
curiosidad que no sólo se estaba divirtiendo, sino que, además, el príncipe
Jairo empezaba a caerle bien. Quizá no fuera tan engreído, después de todo.
Cuando
llegó el turno de Earwen, todos la miraron expectantes. Había dicho que conocía
muchísimas historias. La campesina se aclaró la voz.
—La historia que os voy a contar
es una vieja leyenda de Silvest —les aclaró antes de comenzar el
relato—.
Es algo que ocurrió en la antigüedad, hace mucho tiempo. A mí me la contó mi
padre, a mi padre se la contó mi abuelo y a mi abuelo se la contó mi bisabuelo.
En mi familia creemos que las leyendas antiguas son importantes. Sirven para
conocer nuestro pasado y ayudarnos con sus enseñanzas. Por eso no las
olvidamos.
—¿Cómo se llama la leyenda? —le
preguntó Neridah con curiosidad.
Earwen
sonrió.
—Es la leyenda de la Gruta del
Miedo y el medallón mágico.
—¡Me encantan las historias sobre
magia! —dijo Jairo, con entusiasmo.
—Yo, en cambio, detesto la magia —comentó
Aarón—. Es algo muy peligroso. Los hechiceros no son gente de fiar...
El
príncipe miró al mensajero con burla en los ojos, pero no dijo nada que pudiera
molestarlo. Neridah se dio cuenta de que Jairo despreciaba cualquier
sentimiento que se aproximara a la cobardía, pero no dijo nada. De repente,
volvía a caerle mal.
Earwen, ajena a la
tirantez de Jairo, comenzó su relato.
—Hace mucho, mucho tiempo, vivía
en Silvest un bondadoso mago. Solía refugiarse en los bosques y alimentarse con
lo que le daba la naturaleza. En agradecimiento, el mago dedicaba su vida a
cuidar de los bosques y de los animales y siempre que los campesinos lo
necesitaban, el mago los ayudaba.
»El
mago tenía un medallón mágico muy poderoso. En él residía toda su fuerza. Solía
utilizarlo para curar a la gente enferma. Tal era su poder, que libraba a las
personas de los más terribles sufrimientos y conseguía vencer las peores
epidemias.
»Un
día, un malvado nigromante sintió envidia de sus poderes y juró que se haría
con el medallón. El mago no quería que cayera en malas manos, así que se lo
llevó a unas lejanas montañas. Usando su magia, formuló un hechizo y abrió una
cámara subterránea en la roca.
»Entró
en la gruta que había creado y puso el amuleto en la parte más profunda, dentro
de un manantial que brotaba de un peñasco. Tras guardarlo, formuló
encantamientos para protegerlo del terrible hechicero.
»Dicen
que inundó parte de la gruta para que unas terribles sirenas creadas por su
magia guardaran su tesoro. Si alguien osaba acercarse lo suficiente, ellas
cantarían y lo atraerían hasta el lago subterráneo para ahogarlo. Se dice
incluso que quien bebe de sus aguas, duerme durante cien años...
»Hay
quien dice que, antes de llegar hasta la laguna de las sirenas, hay que
atravesar llamas. Otros aseguran que hay serpientes terribles guardando la
entrada de la Gruta. Pero el malvado nigromante era taimado y poderoso y consiguió
superar todos los obstáculos de la Gruta.
»Se cuenta que,
cuando cogió el medallón, el nigromante fue alcanzado por un último conjuro y
el hechizo lo obligó a permanecer para siempre en la Gruta para guardar el talismán. Su carne se evaporó
y sus ojos mataban con la mirada a todo el que se acercara.
»El
bondadoso mago había sido muy listo, pues la maldición que había lanzado sobre
el medallón hacía que todo aquél que lo cogiera con intención malvada se
convertiera en un espectro errante para guardarlo por toda la eternidad.
»Muchos
son los que han intentado encontrar la Gruta desde entonces. La mayoría no lo
ha conseguido y los pocos que la han hallado, no han salido de allí con vida…
†
Tras
la historia de Earwen, se hizo el silencio. Incluso el viento entre los árboles
parecía haber enmudecido. Los demás se miraron unos a otros entre escalofríos.
Era una leyenda que ponía los pelos de punta. De pronto, Jairo rompió el
silencio.
—Dices que el poder del medallón
es curar a la gente, ¿verdad, Earwen?
—Así
es, alteza —confirmó la campesina—. Podía sanar cualquier enfermedad, incluso
las más peligrosas.
Neridah
lo miró, adivinando lo que pensaba. El príncipe quería buscar el talismán
mágico para salvar la vida de sus padres. Era una idea descabellada, pero, ¿qué
otras opciones tenían? Cruzó una mirada con Aarón. El mensajero también estaba
calibrando aquella posibilidad.
—Earwen —intervino
Aarón con voz tranquila—, ¿estás segura de que ese amuleto existió de verdad?
La
campesina le dirigió una mirada indignada.
—¡Claro
que existió! Mi familia conoce esta leyenda desde hace muchos años. Mi padre
nunca me contaría una historia que fuera mentira.
Jairo
sonrió al tiempo que Neridah fruncía el ceño, pensativa. ¿Sería aquella la
respuesta a sus problemas? Era demasiado desconcertante como para ser cierto.
—¿Dónde
podemos encontrar el medallón? —preguntó Jairo, ansioso—. ¿Crees que podría curar también
una enfermedad mágica?
La
campesina lo miró con sorpresa. No sabía lo que estaba pasando entre los reinos
de Vaneval y Silvest. El día anterior, los príncipes y el mensajero habían estado
hablando, pero ella había estado tan asustada que no había prestado atención.
—Supongo que sí. El poder del
medallón era grande y podía curar cualquier cosa, según la leyenda. Era muy
poderoso.
—¿Y dónde podríamos encontrarlo? —intervino
Neridah.
No
quería entusiasmarse demasiado con la idea, pero entrar en una gruta y encontrar un medallón con poderes
curativos comenzaba a parecerle una tarea más sencilla que localizar a unos
caballeros que se habían esfumado como fantasmas. A su lado, Jairo y Aarón
asentían, ansiosos.
Earwen
los miró a los tres, cada vez más sorprendida.
—No
sé dónde está. Sólo sé que en un lugar secreto entre las montañas. De todas
formas, ¿para qué lo queréis? La Gruta está llena de peligros. No es buena idea
ir allí.
Neridah
y Jairo la miraron suplicantes desde lo alto de sus caballos, que se habían
detenido en mitad del camino.
—Tenemos que saberlo, Earwen —replicó
Neridah—. Nuestros padres están muy enfermos. Creemos que es una enfermedad
mágica, porque ningún médico ha sido capaz de curarla.
—También pensamos que los
caballeros que atacaron tu aldea han sido quienes les han enviado esa
enfermedad. Encontrarlos va a ser muy difícil, porque no sabemos dónde están.
Cada día que pasa, la salud de nuestros padres empeora. ¡Tienes que decirnos
dónde está esa gruta! —completó Jairo.
Earwen
estaba demasiado sorprendida como para hablar. Aarón, que compartía su montura
con ella, se giró para mirarla.
—Earwen, los príncipes están muy
preocupados por su familia. Si nos dices dónde se encuentra la gruta, quizá
podríamos salvar su vida. Con los reyes al mando de Silvest, conseguiríamos
expulsar a los Caballeros del Cuervo, encontrar a tus padres y liberar a todos
los prisioneros...
La
voz de Aarón era tranquila y grave. La campesina reaccionó y levantó la mirada
del suelo para enfrentarse a sus rostros.
—No sé dónde está la Gruta del
Miedo —dijo, con voz temblorosa—. Si mi padre lo sabía, no me lo
contó nunca. Yo sólo conozco la leyenda, pero…
Sobre
el grupo de amigos pasó un cuervo, que sobrevoló la cabeza de Earwen mientras
hablaba. La campesina se protegió la cabeza con las manos y gritó asustada. El
cuervo siguió volando y se alejó un poco, hasta posarse en la rama de un árbol
cercano. Una vez allí, plegó las alas y los observó en silencio, sin emitir un
solo graznido.
Aarón
miró de reojo al ave y puso una mano protectora sobre el hombro de la
campesina.
—No te preocupes—le
dijo—. Ya se ha ido.
Earwen
miró al mensajero con el rostro pálido y los ojos muy abiertos.
—No lo entendéis. Los
cuervos son pájaros de mal agüero. Cuando vuelan sobre la cabeza de alguien,
traen mala suerte...
Neridah puso los ojos en blanco y
meneó la cabeza.
—Eso es sólo una superstición. Los
cuervos sólo son pájaros —dijo.
Earwen no respondió a sus palabras,
pero miró hacia la rama donde se encontraba el ave con expresión ceñuda.
—A mí tampoco me gustan los cuervos
—comentó Aarón, echándole otra mirada de soslayo al animal, que seguía en el
árbol mirándolos de forma altanera—. Son los mensajeros de los nigromantes.
—Eso no son más que tonterías de
viejas —cortó Jairo—. Sigamos hablando del medallón. No creo que podamos encontrar a los Caballeros del
Cuervo. No sabemos ni por dónde empezar. Si, al menos, supiéramos dónde está
esa gruta, podríamos coger el talismán y curar a nuestros padres.
—Yo también pienso como vos, Jairo —dijo
Neridah con voz abatida—. Pero si no sabemos dónde hallarla, no merece la pena pensar
en ella. Lo mejor es seguir la pista de los Caballeros.
Apenas terminó de hablar, Jairo
frunció el ceño. Neridah supo que iba a cuestionar su decisión. En cuestión de
instantes, los dos jóvenes empezaron a discutir.
—Deberíamos buscar la Gruta.
—¿Y cómo piensas encontrarla,
listillo? —le replicó Neridah—. Apenas conoces Silvest. Te perderías al
instante. Además, ni siquiera sabemos si existe o no. Debemos buscar a los
Caballeros.
—¿Ah, sí? ¿Y con qué ejército
piensas detenerlos? Por si no te has dado cuenta, sólo somos cuatro y no creo
que tu querido tío Otis te mande refuerzos para encontrar a unos Caballeros que
han desaparecido sin dejar rastro… —casi gritó Jairo.
Neridah enrojeció de ira y frunció
el ceño con enojo, crispando los puños.
—Pues, si tú…
De pronto, un agudo silbido que
dañaba los oídos interrumpió el curso de la discusión y los obligó a guardar
silencio. Los dos jóvenes se volvieron hacia Aarón, que los observaba con ojos
serenos. Aún tenía los dedos en los labios y parecía dispuesto a volver a
silbar.
—Discutiendo no vais a ayudar a
vuestros padres —les dijo.
Neridah miró a Jairo avergonzada. El
príncipe le devolvió una mirada igual de azorada, pero no se disculpó. Neridah
sabía que el mensajero tenía razón, pero era incapaz de superar su orgullo. ¡No
se rebajaría delante de ese príncipe engreído!
Earwen rompió aquel silencio
incómodo.
—Hay alguien que puede saber dónde
está el medallón —dijo con timidez.
Los demás la miraron expectantes.
Earwen continuó hablando, sin despegar la vista del suelo.
—En el bosque de Kumeor vive una
bruja muy poderosa. No queda lejos de aquí. Seguro que sabe dónde buscar el
medallón... Pero será peligroso. En la floresta viven muchas criaturas mágicas.
Algunas son buenas, como las hadas, pero la mayoría son malvadas. Y dicen que
los trasgos son terribles…
Por primera vez desde que se conocían, Neridah y Jairo se
pusieron de acuerdo en algo: irían a visitar a esa bruja. Cualquier peligro que
tuvieran que correr merecería la pena si podían salvar a sus padres.
Sin pensarlo dos veces, cambiaron el rumbo en dirección al
bosque de Kumeor. Allí encontrarían las respuestas que necesitaban.
†
Todavía sobre la rama del árbol, el
cuervo observó atentamente al grupo mientras cabalgaba en dirección al bosque.
Con un graznido, saltó de la rama para volar tras ellos. Sus ojos cambiaron de
color y brillaron rojos entre su plumaje negro.
¿Qué os ha parecido este capítulo? Si os ha gustado o queréis leerlo con más tranquilidad, ya sabéis que podéis descargar los cuatro primeros capítulos juntos desde aquí en formato pdf.
La semana que viene colgaré el quinto capítulo. Será el último que deje en el blog (la novela, en total, tiene dieciocho), ya que, si no, soy capaz de colgar el libro entero, ja, ja, ja.
Y como siempre, vuestros comentarios y consejos son bienvenidos.
Buen o, bueno... Ya sabemos algo más sobre el título y la portada. Cómo ya sé que a estas alturas está todo hecho, no voy a opinar sobre ellas, pero creo que has logrado un buen trabajo. En cuanto al relato, creo que crece en interés a medida que avanza. Promete un sinfín de aventuras llenas de personajes de todo tipo y, además esta muy bien narrado, con técnica impecable. Te deseo mucho éxito con la publicación Noemí. Cómo yo voy a mi ritmo, cuando llegue a las siguientes entradas ya me enteraré de más detalles sobre esa publicación.
ResponderEliminarAprovecho para decirte que no dejo de leerme tus contestaciones a mis comentarios y que agradezco mucho también. Nos leemos prontito de nuevo
Besos
¡Gracias por comentar, Isidoro! Lo cierto es que quedé bastante satisfecha con la portada. Sin la ayuda de Ana y los consejos de tanta gente, no habría quedado igual.
EliminarMe alegro de que te esté gustando "El poder del medallón". Lo escribí con mucho cariño, pero creo que me costó más corregir los infinitos fallos que tenía en el manuscrito original (y aún así, estoy segura de que no pude suplir todos los errores, ya que es tarea imposible dejar una obra perfecta) que escribirla. Eso sí: aventuras hay de sobra. Si no, sería imposible mantener la atención de los niños.
De momento, sólo se han vendido dos copias y eso ya son dos copias más de las que esperaba, ja, ja, ja. Así que me doy por satisfecha, incluso si no se llegara a vender ningún ejemplar más.
Un abrazote