¡Hola a todos, amigos de letras!
Este viernes os traigo un nuevo capítulo de El poder del medallón, la novela juvenil de fantasía que escribí hace bastante tiempo con la colaboración de mi sobrinita Laura, que entonces sólo tenía diez añitos.
Ya sabéis que la semana pasada colgué los dos primeros capítulos de la novela, así como la sinopsis para que conociérais mejor el argumento. No recibí muchos comentarios el pasado viernes, no sé si ello se debe a que la novela no está gustando o a que este mes es un tanto complicado. En cualquier caso, también os quiero informar de que desde facebook me han aconsejado mucho con las portadas y que están bastante igualadas estas dos que os pongo a continuación. ¿Me ayudáis a elegir?
Como ya os dije la otra vez, os recuerdo que a quienes me aconsejéis os nombraré en los agradecimientos de la novela una vez que la publique. Considero que ninguna ayuda debe quedar sin agradecimiento.
Y, sin más preámbulos, aquí tenéis el capítulo de hoy.
EL PODER DEL MEDALLÓN
Noemí Hernández Muñoz
Laura Mendoza Hernández
Capítulo 3
La aldea arrasada
Neridah
detuvo su caballo junto a una de las casas en ruinas. Habían pasado varios días
desde que le había ordenado a Aarón que los guiara a las fronteras. La princesa
había dejado a su tío Otis al cargo de todo y había dispuesto que no los
acompañara ningún guardia. Su tío se había opuesto a la idea. Había insistido
en que debían acompañarlos algunos soldados para protegerlos. Pero Neridah
pensaba que si viajaban solos llamarían menos la atención y llegarían antes,
así que Otis se dio por vencido.
Los
problemas habían comenzado con el primer paso del viaje. Neridah desconfiaba de
Jairo y él también recelaba de ella, de modo que discutían por cualquier cosa.
Apenas se hablaban y, cuando lo hacían, era con una fría cortesía que helaba la
sangre. A veces Neridah pensaba que eran la viva encarnación del conflicto
entre Vaneval y Silvest. Aarón trataba de mediar entre ellos, pero no siempre
lo conseguía. Neridah agradecía la compañía del mensajero, pues a veces pensaba
que si la incursión no acababa pronto, aquel príncipe engreído y ella llegarían
a las armas.
Aquel
día, mientras continuaban su viaje hacia las fronteras, habían visto algo
extraño. Una columna de humo negro se alzaba sobre una población cercana. Espolearon
sus caballos y en cuestión de minutos llegaron a una aldea saqueada. Apenas
quedaban unos cuantos muros en pie.
†
Neridah
arrugó la nariz al sentir el humo proveniente de los restos. Se le encogió el
corazón al contemplar aquella aldea silenciosa, sin vida, llena de cenizas. No
dijo nada, pero se mordió los labios con fuerza, conteniendo las lágrimas. Bajó
de su caballo y deambuló entre los escombros, recogiendo de vez en cuando
algunos objetos entre los cascotes, como si intentara encontrar supervivientes
a la masacre. Pero era inútil. Sólo había desolación.
Junto
a ella, sintió la presencia de Jairo, que observaba con los ojos vidriosos el
paisaje dantesco. Aarón había bajado la mirada, incapaz de contemplar la
devastación. Nunca habían visto nada como aquello.
—¿Cómo se llama esta población? —preguntó
Jairo con voz afligida.
Aarón
señaló un cartel indicador que había en el suelo, quemado por los bordes y roto
por las pisadas. Jairo lo leyó con el rostro muy pálido y la voz quebrada.
—Zeronia.
Nada más escuchar el
nombre de la aldea en boca de Jairo, Neridah se giró hacia él como movida por
un resorte. Aquello era más de lo que podía soportar. Sus ojos estaban cargados
de furia mientras avanzaba hacia él a pasos agigantados.
—¡Tus soldados han hecho esto! —le gritó—. ¡Asesinos!
El rostro de Jairo pasó de la tristeza a la sorpresa y la
furia en unos instantes. Neridah se había acercado tanto a él que casi se
tocaban nariz con nariz.
—¡Retíralo! —le advirtió el
príncipe.
—¡Asesinos! —volvió a gritar Neridah, empujándole.
Neridah sintió que toda la ira y la incertidumbre que había
sentido durante esos días explotaba en su interior. Una parte de sí misma no
podía creer que los guerreros de Vaneval hubieran echado por tierra el tratado,
pero ¿qué otra cosa podía ser, en realidad? Silvest no tenía ningún otro
enemigo declarado. Y, para colmo, Jairo profanaba aquella tierra que sus
propios hombres habían destruido.
—¿Qué haces? —le gritó Jairo, devolviéndole el empujón.
Sin pensárselo dos veces, Neridah desenfundó su espada y
miró a Jairo a los ojos, que clavó la mirada en los suyos. Se estudiaron
mutuamente, evaluando sus capacidades de lucha durante un instante.
—¡Esperdad! ¡Hay supervivientes! ¡Escuchad! —les dijo,
cogiéndolos a ambos por los brazos que empuñaban las armas.
El duelo de miradas desafiantes acabó y Neridah y Jairo
guardaron las espadas para mirar en la dirección que les señalaba. Pronto
oyeron entre las ruinas unos sonidos extraños. Neridah echó a correr en esa
dirección y los otros la siguieron. Conforme se acercaban, el sonido se iba haciendo más fuerte
y claro. Ahora lo oían perfectamente: era un llanto, el llanto de una niña.
Entre
un montón de escombros, encontraron a una joven. Estaba acurrucada contra la
única esquina que quedaba de una casa. Probablemente había oído la discusión y
había pensado que volvían los enemigos. A su alrededor todo era cenizas. Cuando
la vio, Neridah se dio cuenta de que no era una niña. La muchacha tendría la
misma edad que ellos. Pero parecía tan asustada y lloraba con tanto desconsuelo
que la confusión había sido inevitable.
Neridah
y Jairo se miraron el uno al otro sin saber qué hacer. Entonces, Aarón tomó la
iniciativa y se acercó a la chica, que aún no se había percatado de que habían
descubierto su escondite.
—¿Te encuentras bien? ¿Estás
herida?
La
joven se sobresaltó y pegó la espalda a la pared. Con el rostro pálido, intentó retroceder.
Aarón se acercó un poco más, caminando despacio.
—No vamos a hacerte daño —le
dijo en voz baja—. Queremos ayudarte.
La
chica se limpió las lágrimas. Su cara estaba sucia más allá de lo imaginable.
También lo estaban su vestido y sus manos. Observó a Aarón con los ojos enrojecidos
y llenos de tristeza.
—Se los han llevado a todos... —dijo
con un hilo de voz.
Después
de eso, empezó a llorar de nuevo, pero esta vez más fuerte. Aarón puso una mano
sobre su hombro, en un intento de consuelo. Neridah, superando su parálisis
inicial, se acercó a la chica y la abrazó. En su interior, una cólera ciega se
fue apoderando de ella.
—Lo solucionaremos —le
prometió—. ¡Quienes hicieron esto lo pagarán!
El
grupo se alejó de las ruinas de la aldea y se llevó a la chica con ellos. La
muchacha estaba tan débil que apenas podía andar. Aarón y Jairo la ayudaron a
subir a un caballo.
†
Montaron
su campamento no muy lejos de la aldea arrasada. Pusieron una manta en el suelo
y ayudaron a la chica a sentarse. Jairo le ofreció pan, queso y agua. Después
de comer, la campesina presentaba mejor aspecto. Neridah le preguntó qué había
ocurrido con la aldea y la joven, más tranquila, comenzó a hablar:
—Me llamo Earwen. Nací aquí, en
Zeronia. Mis padres y yo hemos vivido aquí siempre, pero hace tres días… —la
campesina prosiguió, esforzándose por no llorar—. Estuve trabajando en los
campos con mis padres. Al llegar a casa, me di cuenta de que había olvidado la
azada, así que volví para recogerla. Cuando regresé había fuego por toda la
aldea...
Earwen
se cubrió la cara con las manos. Aarón le dio una palmadita en el hombro para
animarla y la joven campesina continuó hablando.
—Me oculté entre los campos y vi
a unos caballeros de capa negra saqueando nuestra aldea.
—¿De capa negra? —interrumpió
Jairo.
—Sí.
Todos llevaban una capa negra y un cuervo dibujado en los escudos.
El
príncipe se volvió hacia Neridah con una mueca de satisfacción.
—¿Veis, princesa?
No han sido mis ejércitos. Estoy seguro de que
estos guerreros son los mismos que atacaron vuestras tierras fronterizas. Los soldados de
Vaneval no visten así. Nuestro color es el azul y nuestro símbolo es el león...
Neridah clavó en Jairo una mirada
pensativa. El misterio era cada vez más complejo, pero tras la narración de
Earwen estaba segura de que Vaneval no tenía nada que ver con los ataques.
—Os creo, Jairo —declaró.
La campesina miró a Neridah y Jairo
con asombro, como si no diera crédito a lo que veía. Neridah entendió su
mirada. La muchacha no se había dado cuenta hasta ese momento de que eran
príncipes. No estaba acostumbrada a ver a gente de la realeza y no sabía cómo
debía tratarlos. Neridah hizo un gesto con la mano para restar importancia a
los convencionalismos.
—¿Sabes más acerca de esos
guerreros, Earwen? —le preguntó Aarón con amabilidad.
El
semblante de la campesina se oscureció.
—No estoy segura, pero aquellos
soldados me parecieron muy extraños... No parecían querer nada de nuestra
aldea. Sólo arrasaron Zeronia y se los llevaron a todos como prisioneros. No
hay ninguna explicación de por qué nos atacaron. Cuando acabó todo, volví a
casa y no quedaba nadie. Ni siquiera mis padres. ¡Tengo que encontrarlos!
Aarón
consoló a Earwen mientras Neridah y Jairo contemplaban la hoguera del
campamento, cada uno envuelto en sus propios pensamientos.
—Entonces, todo es tal y como
pensábamos —se atrevió a sugerir Aarón al cabo de
un momento—. Alguien intenta romper el tratado de paz entre Vaneval y Silvest.
A
Neridah le vino a la mente una idea espantosa.
—Si esos caballeros intentan
romper el tratado —dijo—, quizá fueran ellos quienes
hicieron enfermar a nuestros padres por medio de algún hechizo. No puede
explicarse de otra forma su enfermedad ni el hecho de que aparezcan y
desaparezcan sin dejar rastro. ¿Y si consiguen matarlos?
Jairo
la miró con el rostro pálido. Los dos jóvenes cruzaron una mirada con el miedo
pintado en los ojos. Ninguno quería pensar que
sus padres fueran víctimas de un sortilegio, pero no podían dejar de
contemplar esa posibilidad.
Pronto
se hizo de noche y prepararon sus mantas para dormir. Habían planeado que
Earwen permaneciera con ellos unos días, hasta que encontraran otra aldea donde
pudiera quedarse. Luego, seguirían buscando pistas sobre la identidad de los
Caballeros del Cuervo.
†
Neridah
no podía dormir. Daba vueltas y más vueltas entre las mantas, pero las
preocupaciones no le permitían conciliar el sueño. Tenía miedo de lo que pudiera pasarles a sus padres. También tenía
miedo de no saber gobernar bien. ¿Y si todo era como decía su tío Otis y no
debería estar investigando? ¿Y si debía solucionar las cosas desde el castillo?
Sabía
que el príncipe Jairo tenía las mismas dudas, aunque no las hubiera expuesto.
Pero, ¿qué podían hacer? Ahora estaban muy lejos y la única pista que tenían
eran aquellos caballeros tan misteriosos.
Apenas
Neridah había conseguido dormirse cuando unos gritos la sobresaltaron. Se
levantó de un salto y vio que Jairo había cogido su espada. El chico miraba a
su alrededor, buscando enemigos.
Pero
los gritos eran de Earwen. La campesina había tenido una pesadilla y lloraba de
nuevo. Aarón se había sentado junto a ella. Le había pasado un brazo por los
hombros y le susurraba algo para tranquilizarla.
Earwen
se limpió las lágrimas y se sentó, rodeándose las rodillas con los brazos.
Jairo avivó las ascuas y el fuego crepitó de nuevo. A nadie le apetecía volver
a dormir.
—He soñado con el ataque a la
aldea —murmuró Earwen, mirando al suelo fijamente—. Lamento
haberos despertado a todos.
—No pasa nada —le
dijo Neridah, sonriendo con dulzura, acariciándole el cabello—. Pronto
averiguaremos quiénes son esos guerreros. Cuando lo hagamos, mandaré que los apresen. Entonces, no tendrán
más remedio que liberar a tus padres y al resto de la aldea. Y mis padres
sanarán y podrán firmar el tratado de paz con los reyes de Vaneval.
Neridah se esforzó por aparentar que
estaba muy convencida al decir todo esto, pero no era así. Cada vez tenía más
dudas sobre qué era lo mejor que podía hacer. Como si fuera el eco de sus
pensamientos, Jairo comentó con tristeza:
—Ojalá lo descubramos antes de que
sea demasiado tarde. Si no es así, nuestros padres...
El príncipe no pudo terminar la
frase. No era necesario que lo hiciera.
Aarón, viendo el desánimo que
reinaba en el campamento, cogió una flauta de su bolsa. Con el beneplácito de
los príncipes, tocó para Earwen una melodía tranquila y suave. La música que salía del instrumento flotaba en el aire
como magia. El sonido relajante de aquella canción alejó la tristeza.
Casi sin darse cuenta, Earwen y los príncipes fueron adormeciéndose
hasta sumirse en un sueño tranquilo y apacible. Aarón supo que no habría más
preocupaciones ni pesadillas esa noche. Dejó de tocar y guardó la flauta. Tras
eso, apagó el fuego y se acostó entre sus mantas, dispuesto a dormir.
¿Qué os ha parecido? Espero que os haya gustado. Ya sabéis que podéis descargaros los tres primeros capítulos juntos, por si queréis echarle un vistazo de forma más tranquila. ¡Espero vuestros comentarios!
¡Hola Noemí!
ResponderEliminarEmpezando por el final. El otro día vi las portadas. Estas de aquí son las que más me gustan. Sobre todo, la segunda. Si el libro constara de dos entregas sería la del segundo. La primera, al incorporar a la protagonista es claro que debe ser la que inicie la saga.
Voy a recuperar las entradas y te comento.
¡Saludos!
¡Gracias por comentar, David! Mucha gente me está recomendando la segunda y ya no sé ni cuál elegir, ja, ja, ja. No es ninguna saga, en realidad. Aunque quizá haga alguna otra novela con los mismos personajes (ideas no faltan), pero serían novelas separadas. Aún no lo he decidido, porque mi sobrina no está por la labor. Ahora tiene catorce años y no me hace ni caso, ja, ja, ja. ¡Ni siquiera me está ayudando a elegir la portada! A veces me preguntó por qué la registré como coautora de esta novela cuando desertó ¡entre los dos primeros capítulos! Capítulos que, además, casi he reescrito por completo. Supongo que soy demasiado buena tita para ella, en fin...
EliminarDifícil decisión. Si es un solo libro la segunda parece más misteriosa y puede resultar más atrayente para más lectores. Por otro lado, la primera con la figura de la protagonista parece la decisión más obvia, pero al mostrar una princesa, no sé... En este capítulo aparece un nuevo personaje con lo que va tomando forma el grupo. Tenemos un malvado, un grupo misterioso y el inicio de lo que parece un camino iniciático. Además, Aaron parece empezar a mostrar que es más que un simple mensajero. Vamos, todos los ingredientes de un buen libro de aventuras.
ResponderEliminarTe deseo muchos éxitos. No te desanimes, no sé si es el primer libro que vas a publicar, pero ya verás que la promoción es algo bastante duro, lo menos gratificante... Te dejo este enlace de una reciente entrada que he leído: http://jfdominguezaguilar.blogspot.com.es/2016/10/tierra-de-canibales-el-salvaje-mundo-de.html.
¡Un fuerte abrazo! Y cuenta con mi kindle!
Veo que entiendes mi dilema con las portadas. Y las princesas están aún demasiado "estereotipadas" como doncellas indefensas. He procurado que Neridah no salga así.
ResponderEliminarEn todo caso, es el primer libro que he pensado publicar seriamente y tengo pensado hacerlo a primeros de noviembre. Como dices el camino de promoción es muy duro.
Muchas gracias por el enlace y, sobre todo, por tu apoyo.
¡Un abrazote!
Vengo con un poco de retraso a tu entrada, pero es que, últimamente, el tiempo se me escapa. A lo mejor ya estás inmersa en las tareas de publicación. En todo caso, decirte que estoy totalmente de acuerdo con David en lo de las portadas, en todas sus apreciaciones respecto a las diferencias. Mi voto es para la segunda.
ResponderEliminarEn cuanto al relato, efectivamente, va ganando en riqueza de personajes, en la definición de los ya existentes, en trama... Preámbulo de una buena novela juvenil de aventuras, no hay duda. Y además, muy bien escrita, con un estilo claro, correcto, sin florituras pero elegante. Dos grandes creadoras tu sobrina y tú. Sigue adelante, sin desfallecer, que aunque, como te dice David, el camino de la promoción es duro, es necesario. Ánimo. Muchos besos. Seguiré leyéndote y comentando, aunque tarde
Muchas gracias por tu ayuda y tu apoyo, Isidoro. la novela la publiqué el día 3 por la tarde y salió a la venta el día 4. Os hice caso con las recomendaciones de la portada (por supuesto, os menciono a todos en los agradecimientos, como prometí) y dejé al cuervo en la bola de cristal. En las entradas más recientes del blog, podrás apreciar que la imagen del cuervo es muy diferente de la original, pero que, de alguna manera, mantiene el aire de misterio.
EliminarMe alegro de que te vaya gustando la novela. Mi estilo, como tu dices, es bastante clarito. ¡Detesto las florituras! Y tuve bastantes problemas para dar algo de profundidad a los personajes, ya que en su origen, no había protagonista concreto (ahora destaca un poquito más Neridah) y todos eran planos en exceso.
Gracias por los ánimos, que aún me hacen mucha falta, ya que estoy teniendo problemas para colgar la portada del libro en papel. ¡Veremos a ver lo que sale!
Un abrazote