¡Hola a todos!
Hoy os traigo algo muy especial
para mí. Se trata de los primeros capítulos de una novela juvenil de fantasía
que escribí hace cuatro años con mi sobrinita Laura.
Se titula El poder del medallón.
Para que os hagáis una idea del argumento, ésta es su sinopsis:
A punto de firmar el tratado de
paz entre Vaneval y Silvest, los monarcas de ambos reinos caen gravemente enfermos.
Entretanto, unos enigmáticos caballeros arrasan las aldeas de Silvest. La
princesa Neridah, con la ayuda del príncipe de Vaneval y un mensajero, decide
investigar los extraños acontecimientos.
Por casualidades del destino, una
campesina les cuenta una leyenda sobre un poderoso medallón capaz de sanar
a los enfermos. Sólo hay un problema:
para conseguirlo tendrán que sortear los peligros de la Gruta del Miedo. Decididos
a ello, los compañeros emprenden el viaje y luchan contra los obstáculos que el
misterioso Rey Supremo pone en su camino. ¿Podrán conseguirlo?
Ahora que conocéis un poco mejor
la obra, aprovecho para pediros ayuda: ¿Cuál de estas portadas os gusta más?
Por supuesto, como creo que toda
ayuda debe recibir su recompensa, a todos los que me aconsejéis os incluiré en
los agradecimientos.
Y ahora, sin más, os dejo con las
ilustraciones y los dos primeros capítulos:
EL
PODER DEL MEDALLÓN
Noemí Hernández Muñoz
Laura Mendoza Hernández
Capítulo
1
El
mensaje
Neridah
descargó una patada sobre la mesa con furia y tiró al suelo la carta que había
estado escribiendo, junto con un montón de papeles y libros. Estaba harta de
tener que comunicarse mediante notas con sus padres porque no le permitían
verlos y, sobre todo, estaba harta de aquel maldito castillo. No aguantaba más.
Se
sentó ante el fuego de la chimenea y se mordió los labios con frustración
mientras reflexionaba sobre los extraños acontecimientos de los últimos días.
Estaba segura de que todo era una trampa. Sus padres habían gozado de una salud
excelente hasta que llegaron sus malditos invitados, los reyes de Vaneval y su
hijo, el engreído príncipe Jairo. Desde su llegada, sus padres se habían
debilitado poco a poco hasta el punto de que ya no podían levantarse de la
cama. Entretanto, el tratado de paz entre los dos reinos seguía sin firmar,
pues los monarcas de Vaneval también habían contraído aquella misteriosa
enfermedad.
Neridah
comenzaba a pensar que aquel tratado no era más que una treta urdida por los
reyes de Vaneval para atraer la amistad de sus padres y matarlos. Seguramente,
los monarcas vanevalenses estaban fingiendo los mismos síntomas que sus padres
para no hacerla sospechar, pero eso no la engañaría. No en vano, Vaneval y
Silvest habían estado en guerra durante cientos de años.
Y
para colmo, estaba su tío Otis metiendo las narices en todo… Neridah detestaba
a ese hombre enjuto y seco. Solía deambular por el castillo, observando sus
movimientos continuamente, como si ella no fuera capaz de ocuparse del reino
mientras durase la convalecencia de sus padres.
Neridah
se levantó con rabia y cogió el atizador de la repisa de la chimenea. Ya estaba
levantándolo por encima de su cabeza para descargar un golpe sobre los troncos
cuando alguien abrió la puerta de su recámara.
—El príncipe Jairo os espera en
el salón para cenar, princesa —le dijo uno de los criados.
Neridah
levantó la cabeza sorprendida. No se había dado cuenta de que era tan tarde.
—Iré enseguida —dijo.
Fingiendo que todo iba bien, Neridah
se alisó la falda del vestido con las manos y siguió al sirviente.
†
El príncipe Jairo era el único que
estaba sentado a la mesa del espléndido salón. Otis había pedido que le llevaran
la cena a sus dependencias y los padres de Jairo, al igual que los suyos,
estaban demasiado enfermos como para salir de la cama. «O eso dicen», se
recordó Neridah.
Empezaron a comer en silencio.
Neridah apenas conocía a Jairo y en los últimos días se había visto obligada a
pasar bastante tiempo con él. Jugueteando con el tenedor, pensó que tenía que
decir algo, pero no se le ocurría gran cosa. Tampoco le apetecía hablar con
aquel estúpido príncipe, aunque debía reconocer que se le daba muy bien fingir
que no era más que un joven preocupado por la salud de sus padres. Incluso las
ojeras de su rostro parecían reales. Pero la cortesía palaciega que le habían
inculcado desde la infancia, la obligaba a hablar. Finalmente, le preguntó con
aire distraído:
—¿Se encuentran mejor vuestros
padres?
Jairo levantó la mirada de su plato
intacto y la miró con el ceño fruncido.
—No han mejorado desde la última vez
que los vi. Gracias por interesaros por su salud —le respondió con voz tensa.
No era de extrañar que le hablara
con tanta frialdad. Desde que se habían conocido, su relación se había
caracterizado por el odio mutuo. Neridah pensaba que él era un engreído
estúpido y estaba segura de que Jairo pensaba que ella no era más que una
princesita mimada, igual que su tío Otis.
El silencio volvió a la sala durante
unos minutos. Neridah abrió la boca para comentar algo, pero la interrumpió una
llamada a la puerta. Un sirviente entró en el salón:
—Alteza —le dijo en medio de una
reverencia—, acaba de llegar un mensajero. Solicita audiencia con vuestros
padres... Dice que es muy importante.
La princesa dejó los cubiertos a un
lado y se levantó con presteza.
—Llévalo a la sala del trono.
Enseguida me reuniré con él —fue cuanto dijo, con voz firme.
Fue consciente de la mirada
sorprendida de Jairo. Sabía que su voz había sonado muy firme, casi una orden
seca, en contraste con su actitud distraída de unos minutos atrás, pero no le
prestó atención. Se apartó de la mesa y caminó hacia la sala del trono, sin
siquiera despedirse de él, preguntándose cuál era ese mensaje que no podía
esperar.
†
Aarón, el joven mensajero, esperaba
nervioso la llegada de los reyes de Silvest en la sala del trono, observando
los blasones con el símbolo del águila que colgaban de las banderolas. Traía
noticias urgentes de la frontera con Vaneval. Había hecho un largo recorrido a
caballo para llegar hasta el castillo. Sus ropas estaban empapadas porque la
mayor parte del trayecto había llovido.
Pero eso no le preocupaba. Lo
realmente preocupante eran las noticias de las que era portador. El capitán
Inaco parecía muy angustiado cuando le transmitió aquel mensaje. Aarón recordó
al corpulento capitán, acariciando un colgante con un cuervo grabado mientras
le encomendaba aquella misión.
En mitad de su reflexión, las
puertas se abrieron y los caballeros que había a ambos lados se cuadraron,
anunciando la llegada de la princesa Neridah y el duque Otis.
La princesa se dirigió hacia el
trono y el mensajero hizo una reverencia ante ella, preguntándose por qué
demonios lo recibía ella en lugar de los reyes de Silvest. Hasta donde él tenía
entendido, la princesa no tenía más de catorce años, al igual que él. No le dio
tiempo a pensar en nada más, porque, con gracia majestuosa, se dirigió a él.
—Bienvenido, mensajero. ¿Cuál es ese
mensaje tan urgente que traes hasta aquí y quién lo envía?
Aarón la miró con sorpresa. Le dio
la sensación de que la muchacha estaba nerviosa a pesar de que hablaba con
altanería. Otis, el tío de la princesa, estaba de pie a su lado, observándolo
como un ave de presa a punto de atacar. Aquello sólo aumentaba su extrañeza,
pero se forzó a hablar.
—Me ha enviado Inaco, el capitán
de la guardia de vuestro padre, alteza.
Las noticias que traigo son muy urgentes y vienen de las fronteras: unos
guerreros están invadiendo Silvest y varias aldeas han sido atacadas. No hemos
identificado todavía a los invasores, pero creemos que vienen de Vaneval.
Aarón vio que la princesa
empalidecía nada más oír sus noticias. No era para menos. Era muy posible que
estallara de nuevo la guerra entre Vaneval y Silvest, pues aún no se había
firmado la paz de la que tanto se hablaba en los últimos días.
†
Neridah trató de reponerse de las
noticias que acababa de oír. ¿Los estaban invadiendo? ¿Los invasores procedían
de Vaneval? Aquello era imposible. Los reyes de Vaneval estaban en su propio
castillo, sin poder salir de la cama debido a su supuesta enfermedad. Por un
momento, Neridah quiso preguntar a sus padres qué era debía hacer, pero no le
permitían visitarlos por temor a que se contagiara. La enfermedad que sometía a
los monarcas de ambos reinos parecía ser la misma e igual de misteriosa. Ningún
médico había sido capaz de descubrir cuál era su origen.
Neridah se resistía a pensar que sus
padres podían morirse. Si aquello sucedía, ¿qué haría ella? No sabía cómo
gobernar el país y tendría que recurrir a su tío Otis, que siempre la había tratado
con prepotencia. Otis nunca le había gustado y ahora, desde que sus padres
habían enfermado, estaba en todas partes diciéndole si tenía que hacer esto o
lo otro.
Y ahora los estaban atacando desde
Vaneval y ella no sabía qué hacer. Tenía que tomar una decisión rápido, pero había en juego
dos reinos que dependían de ella. Mientras reflexionaba, se topó con la mirada
atenta y penetrante del mensajero y se dio cuenta de que no le había respondido
aún.
—Gracias por informarme de estas
noticias —le dijo y se mordió los labios,
pensativa.
El
mensajero no se marchó, dado que no lo había dispensado. Permaneció en la sala
del trono con la cabeza inclinada y una rodilla clavada en el suelo.
Otis
se acercó a Neridah y le susurró unas palabras al oído.
—Querida sobrina, sería
conveniente que despidiérais al mensajero y lo mandárais de vuelta con el
capitán Inaco. Ahora, lo más importante es que mandéis apresar al príncipe
Jairo y a los reyes de Vaneval. No han firmado ningún tratado de paz. Seguro
que su enfermedad no es más que una artimaña y están fingiendo para ganarse
vuestra confianza mientras sus ejércitos nos atacan...
Neridah,
confusa y furiosa, miró a su tío. Parecía un cuervo, vestido todo de negro, con
el pelo oscuro, largo hasta los hombros y esa nariz aguileña, tan pronunciada
como el pico de un ave de rapiña.
Estaba
harta de que le diera órdenes. Ella era la princesa y ella era quien ordenaba
lo que se debía hacer. Pero lo que le decía tenía cierto sentido y, hasta
cierto punto, se acercaban a sus propias sospechas. ¿Era posible que los reyes
de Vaneval pretendieran continuar la guerra y hubieran enviado a sus guerreros
a arrasar las aldeas fronterizas de Silvest?
Había
algo que no encajaba. ¿Para qué fingían estar enfermos? Neridah los había visto
una vez durante su convalecencia y parecían sentirse muy mal. Nadie podía
fingir una enfermedad así. Sus médicos no eran capaces de curarlos, al igual
que ocurría con sus padres. En cambio, todos los galenos coincidían en una
cosa: los reyes de Vaneval y sus padres padecían los
mismos síntomas.
Ya no sabía qué pensar. Por un lado,
no estaba convencida de que Vaneval estuviera detrás de los ataques a su reino.
Por otro, persistía la duda de si los reyes estaban enfermos realmente, en cuyo
caso, sería imposible que sus ejércitos estuvieran invadiendo Silvest.
—Neridah, haz lo que te he dicho —repitió
Otis—. Apresa a Jairo. Si lo sometemos a un interrogatorio, confesará el
ataque.
Neridah
se resistía a obedecer. Detestaba al príncipe Jairo, pero era imposible que
todo fuese tan simple y la irritaba que su tío la tratara como si fuese estúpida.
Al fin, tomó una decisión.
—Guardias, escoltad al príncipe Jairo hasta aquí —dijo
con voz firme.
Otis
sonrió y asintió con aprobación.
—Me alegra que hayáis seguido mi
consejo, alteza —comentó—. Ya veréis que todo saldrá
bien con mi ayuda...
Neridah
le devolvió una mirada tensa y, con toda la tranquilidad de que fue capaz, le
respondió:
—No estoy segura de que las cosas
hayan pasado como decís, querido tío. He mandado llamar a Jairo para comentar
con él las noticias del mensajero.
Otis
puso mala cara.
—Pero, princesa... —comenzó
a decir, contrariado.
—Exacto —lo
interrumpió Neridah—. Yo soy la princesa, así que yo decidiré.
Estaré al cargo del reino hasta que mis padres se recuperen.
†
Las
puertas se abrieron y los guardias anunciaron la entrada del príncipe. Neridah
observó su andar orgulloso. A su lado, Otis lo miraba también, con una sonrisa
tensa y estática como una mueca.
—Me habéis mandado llamar,
princesa —dijo Jairo al tiempo que realizaba una
fría reverencia—. ¿En qué puedo serviros?
Neridah
no contestó enseguida, ya que escuchaba los comentarios de su tío. Otis se
había inclinado sobre su hombro y le susurraba consejos al oído.
—No podéis confiar en él,
sobrina. Deberíais ordenar que lo apresasen enseguida...
Neridah
se dio cuenta de que Otis no cejaría en su empeño de imponer su voluntad en
aquella ocasión. Frunció el ceño y dijo en voz alta y tirante para que el
príncipe pudiera oírla:
—Querido tío, os ruego que nos
dejéis a solas a Jairo y a mí con el mensajero.
Sin
darle tiempo para protestar, Neridah se volvió hacia los guardias de las
puertas.
—Acompañad a mi tío a sus
aposentos —les dijo—. Ha sido un día agotador y necesita
descansar.
Capítulo 2
Una decisión difícil
Ahora
que Otis ya no estaba, Neridah pudo hablar con libertad.
—Jairo, quería comentar con vos
unas noticias que acaban de llegar. Este mensajero dice que unos guerreros
están invadiendo Silvest. Parece que vienen de vuestro reino...
Jairo
la miró alzando las cejas a causa del asombro. Su rostro enrojeció por la ira.
—¡Eso es imposible! —protestó—.
Nuestra gente sabe
que vamos a firmar la paz. Nunca traicionarían a sus reyes.
Neridah
le devolvió una mirada pensativa.
—No soy yo quien lo dice —le
respondió—. Lo
afirma este mensajero que acaba de llegar de las fronteras entre nuestros
reinos.
Jairo
se encaró con el mensajero.
—¡Eres un embustero! Mis soldados
jamás cometerían una tontería así.
Aarón,
el mensajero, inclinó la cabeza, arrodillado todavía. Neridah recordó que por
la corte corría el rumor de que los reyes de Vaneval cortaban la lengua a los
portadores de malas noticias. Se fijó en que el muchacho tragaba saliva antes
de responder con voz tranquila y ojos humildes.
—Alteza, yo sólo he traído las
noticias que me han dado. Fue el capitán de la guardia de Silvest quien me ordenó
traerlas. Yo tampoco creo que los invasores pertenezcan a vuestro reino. Como
vos decís, sería una tontería hacer eso si estáis a punto de firmar la paz.
Tras
esas palabras, el mensajero guardó silencio.
Neridah
miró meditabunda al príncipe Jairo, que le devolvió una mirada igual de pensativa.
Ambos creían que el mensajero tenía razón. Reflexionaron un momento, hasta que
Neridah formuló la única pregunta posible.
—Entonces, ¿quién está invadiendo
Silvest?
El
silencio volvió a apoderarse de la sala del trono mientras los tres jóvenes seguían
meditando. Finalmente, el mensajero se atrevió a hablar de nuevo, con timidez.
—Es evidente que alguien intenta
romper vuestro tratado de paz. Alteza, ¿dónde están vuestros padres y los reyes
de Vaneval? Deben saber estas noticias de inmediato.
Neridah
clavó la mirada en el suelo. Su rostro se había ensombrecido de pronto.
—Nuestros padres están enfermos y
no pueden salir de la cama. Es una enfermedad muy extraña. Nadie sabe qué es ni
cómo curarlos —dijo Jairo por ella, con voz tensa.
Aarón
abrió mucho los ojos, totalmente sorprendido. A Neridah no le extrañó su
sorpresa. Otis le había recomendado que mantuviera la mala noticia en secreto
para no preocupar a su pueblo. Nadie sabía de la enfermedad de los monarcas,
exceptuando a los médicos y a la familia real. El joven mensajero pareció dudar
unos instantes antes de dirigirse de nuevo a ellos con una mirada cargada de
preocupación.
—¿No os parece extraño que
vuestros padres contraigan una enfermedad tan rara en un momento tan
inoportuno? Parece como si alguien quisiera acabar con Vaneval y Silvest de un
solo golpe.
Neridah
intercambió una mirada asombrada con Jairo. No había pensado en esa
posibilidad. Tenía que tomar una decisión rápida. De ella dependían los
destinos de los dos reinos.
—Princesa —dijo
Jairo, dando voz a sus propios pensamientos—, creo que deberíamos investigar
este asunto. Tenemos que averiguar quiénes son esos soldados que han atacado
vuestras tierras. Si damos con ellos, descubriremos quién está detrás de todo
esto.
Neridah lo miró con la decisión
pintada en los ojos.
—Tenéis razón —respondió con voz
enérgica—. Tenemos que salir del castillo e investigar qué está pasando. Nos
llevaremos a este mensajero para que nos guíe. Iremos los tres solos. Así no
llamaremos la atención. Saldremos ahora mismo.
Aarón abrió los ojos como platos.
¿Tendría que viajar con los príncipes? Hizo un mohín de disgusto y abrió la
boca para protestar. Neridah lo advirtió y le lanzó una mirada desafiante,
alzando el mentón.
—¿Tienes algo que decir, mensajero? —le
preguntó, retadora. Su mirada no admitía réplicas.
—Aarón está a vuestro servicio,
alteza —dijo, haciendo una reverencia ante su princesa.
¿Qué os han parecido el comienzo?
Espero que os haya gustado. Ya
sabéis que si queréis, podéis descargar los dos capítulos desde aquí.
En las próximas semanas
pondré algunos capítulos más para que podáis leer también alguna escena de
acción.
Y, por favor, ¡no os olvidéis de
aconsejarme con las portadas! Sé que no son perfectas, pero como no tengo mucho
dinero, puedo permitirme comprar imágenes ni pedir a alguien que entienda del
tema que me diseñe la portada. He tenido que hacerlo todo yo solita, con los
consejos de Ana Traves, una amiga excelente que me ha recomendado efectos para
los dibujos. Por todo esto es tan importante para mí que me ayudéis a escoger
una portada. ¡Gracias de antemano!
Muy buenos amiga, ya con ansias de que salga esta historia y poder leerla, saludos
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado, amiga de letras. Ya empezaba a pensar que no le había interesado a nadie, ja, ja, ja. El próximo viernes colgaré otro capítulo. Me gustaría que la gente (al menos, quienes me conocen más) tuviera referencias antes de comprar el libro, no sea que la temática o mi estilo narrativo no sea de su agrado. ¡Saludos!
ResponderEliminarLa portada del cuervo me está gustando cada vez más!!
ResponderEliminarTe refieres al de la bola de cristal, ¿no? De momento es el dibujo que está gustando más a la gente, seguido muy de cerca por el de la princesa luchando contra él. Yo estoy que ya no sé cuál elegir...
EliminarHola Noemí! Una intriga palaciega y el inicio de lo que se presume relación entre Neridah y Jairo. Un malvado, el tío Otis, que parece ser quien está detrás de esa rebelión. Está narrado con agilidad y es entretenido. La finalización de cada capítulo es correcta, dejando ese continuará que invite a seguir la lectura. De momento no se atisba si existe algún elemento mágico, sobrenatural, en ese mundo.
ResponderEliminarRespecto a la portada ya te comenté. Voy a por el tercero.
Muchísimas gracias de nuevo, David. Más adelante se verán elementos mágicos. Pero no te revelo más para no estropeártelo. Y muchísimas gracias también por el consejo de la portada. Si me lo permites, te incluiré en los agradecimientos cuando lo publique. ¡Y ánimo con el tercero!
EliminarHola Noemí
ResponderEliminarMe parece una historia muy bien escrita, con los elementos esenciales de toda narración épico-mágica para entretener. Además, claramente dirigida a un público juvenil. Sin preámbulos que aburran ni largas descripciones, nos mentes de lleno en la trama y la acción se sigue con ritmo ágil, prometiendo grandes aventuras. El villano, de libro, pero que da mucho juego. Neridah, una princesa de armas tomar y Jairo, un chico que, aunque a priori se nos presente como un poco estúpido, está claro que va a ser un peso pesado, sin olvidar al secundario, Aarón... Veamos como sigue.
En cuanto a la portada, mi voto es para la última, la del cuervo y la bola de cristal. Las de las princesas me parecen un poco más manidas. La imagen de la primera es buena, pero el equilibrio entre ésta y el título en el conjunto de la portada decae con respecto a la última, que se integra perfectamente.
Espero haberte ayudado un poco. Nos vemos en el próximo. Besos
¡Me alegro de que te haya gustado, Isidoro! Y, por supuesto, te agradezco mucho la ayuda con la portada. La mayoría de la gente prefiere esa. De hecho, ahora mismo estoy trabajando en una nueva que mantiene los elementos de esa (cuervo, bola de cristal, entorno de penumbras), pero con un toque más realista. Espero poder presentárosla mañana. Y, por supuesto, te añadiré a los agradecimientos del libro ahora mismo. ¡No sabéis hasta qué punto me ayudáis! Un abrazote.
EliminarHe leído los dos primeros capítulos. Seguiré leyendo
ResponderEliminarBienvenida al blog, Arminda! Espero que disfrutes de la lectura y me hagas saber tu opinión siempre que te apetezca.
EliminarSaludos!