¡Hola, amigos!
¿Qué tal la semana? Yo a toda mecha haciendo una ilustración tras otra y, sobre todo, confiando en poder publicar "Las aventuras de Nuri, Noe y Sora" en este mes. Curiosamente, todavía no tengo la ilustración de la portada. Qué cabeza la mía, ¿verdad?
Como ya os he comentado en alguna ocasión, esta novelita es para lectores muy jovencitos, a partir de los 8 años, cuando ya tienen la suficiente soltura como para leer ellos solitos.
Hoy os quiero presentar el primer capítulo. Pero ¿de qué va esta historia? Os explico:
Nuri, Noe y Sora son las tres niñas más traviesas de quinto de primaria. Siempre se están metiendo en líos, hasta que un día, jugando al escondite, descubren una piedra mágica que las transporta al mundo del Otro Lado y les hará vivir la mayor aventura de sus vidas.
Pronto, las niñas descubren que en Onane, el país de los enanos, el malvado hechicero Rasputín ha derrocado al bondadoso rey Ricardo y gobierna con mano de hierro.
Una profecía dice que tres niñas caídas del cielo rescatarán al verdadero rey y vencerán a Rasputín y a sus esbirros, los trolls. ¿Podrán Nuri, Noe y Sora vencer los obstáculos del malvado enano?
Este, más o menos, es el argumento de la novelita. Y, sin más dilación, os dejo con el primer capítulo.
LAS AVENTURAS DE NURI, NOE Y SORA
Capítulo 1: Sora
—Yo en tu lugar, no lo haría
—adviritió Noe—. Hay casas cerca y podrías darle a alguien.
Nuri, su mejor amiga, no le
hizo caso y colocó la pelota en el suelo. Había apostado una
piruleta a que era capaz de enviar el balón al otro extremo de la
calle de una sola patada.
—Tranqui, tía —le
respondió con una sonrisa traviesa—. Ya verás como llega al otro
lado...
—¿Y si embarcas la pelota
en una casa y...? —insistió Noe.
Antes de que pusiera más
pegas, Nuri la interrumpió.
—¿Apostamos la piruleta o
qué? —dijo.
Tomó impulso y asestó una
patada bien fuerte a la pelota.
El
balón voló por los aires imitando el movimiento de rotación y
traslación de la Tierra, chocó contra el tronco de un árbol y, con
el rebote, fue a parar al porche de una casa.
Desde el interior de la casa, se oyó un grito. Nuri y Noe se miraron entre sí, boquiabiertas. Al instante, salió una chica morena de su misma edad muy enfadada y con la cara tremendamente roja. Junto a ella iba un perro enorme.
—¿Quién ha sido? —les dijo enojada, lanzándoles una mirada acusadora—. ¡Me habéis roto la Nintendo DS!
Nuri y Noe no podían dejar de mirarla. En su cara se veía perfectamente la forma redonda del balón y su enfado parecía tan gracioso...
—¿Quién ha sido? —repitió la chica, de forma amenazante.
Nuri y Noe intercambiaron una mirada y empezaron a reír y a reír. No podían parar. La chica parecía cada vez más enfadada. Se aproximó un paso hacia ellas y las miró de forma tan vehemente que Noe enmudeció y le dio un codazo a Nuri para que se callara.
—Tranqui, tía —le dijo Nuri, sonriente—. Seguro que tu cacharro no se ha roto, mujer...
La chica se cruzó de brazos en actitud malévola.
—Pues tú dirás, canija —dijo, pasándole la máquina.
La videoconsola no funcionaba. Nuri apretó varios botones, pero la pantalla permaneció negra.
—¡Ahora me la tenéis que pagar! —refunfuñó la chica morena.
—Pásamela —le dijo Noe a su amiga.
Nuri le dejó el pequeño aparato y Noe le dio la vuelta para mirar la tapadera de la batería, que sobresalía un poco. La presionó y la pantalla se iluminó al tiempo que sonaba la música del juego.
—Bueno, al fin y al cabo, no está rota... —le dijo Noe a la chica, que todavía parecía molesta.
Sonrió de forma amigable, pero la otra niña la miró de forma tan atravesada que su sonrisa acabó convirtiéndose en una mueca y tragó saliva. Seguía pareciendo muy enojada.
—Bien —les dijo—. Ahora hablemos del pelotazo en la cara...
Al escucharla, Nuri puso una falsa cara de arrepentimiento y le tomó una mano en la que lucía un reloj. Empezó a darle palmaditas en la mano, como si quisiera consolarla, la miró a los ojos y le dijo con tono triste:
—¡No sabes cuánto lo sentimos!... ¡Ojalá pudiéramos dar marcha atrás en el tiempo, pero...! ¡Uy! ¡Qué tarde es! —exclamó de pronto, mirando el reloj de la chica morena que, sin saber cómo, ahora sostenía en la mano—. Lo siento, tía, pero tenemos que irnos. ¡Hasta otra!
Nuri cogió a Noe del brazo y echó a correr, tirando de ella. La chica morena se quedó con la boca abierta y un palmo de narices mientras las dos amigas desaparecían por una esquina. Entonces, miró se miró la mano y estalló en un nuevo grito:
—¡Eh! ¡Vosotras! ¡Me habéis robado el reloj! ¡Volved!
Pero Nuri y Noe ya estaban muy lejos como para que pudiera alcanzarlas. Las dos amigas oyeron gritar a la niña a lo lejos algo así como «¡Negrito! ¡A por ellas!» y su perrazo las persiguió. Las dos amigas corrieron a toda mecha con el animal pisándoles los talones. Ya sentían su baboso aliento en los tobillos cuando un gato se cruzó en su camino y les salvó el pellejo.
Nuri y Noe observaron aliviadas cómo el enorme perro corría tras el gato negro. Refugiadas tras un muro lleno de grafitis, las niñas se detuvieron para mirar atrás. Nadie las seguía.
—¿Has visto la cara que tenía la chica? ¡Es de armas tomar! —rio Nuri.
Noe sonrió.
—Sí, pero ¿a quién se le ocurre robarle el reloj? Nuri, tienes que dejar de quitarle las cosas a la gente. Como tus padres se enteren de que lo has vuelto a hacer...
—¡No lo he robado! —se defendió Nuri—. Solo lo admiraba y, sin darme cuenta, lo he tomado prestado...
Noe enarcó las cejas con cara de guasa.
—¡Lo devolveré! —prometió Nuri.
—¿A esa leona?
—Bueno... —añadió Nuri—. Algún día de estos, cuando la encuentre menos enfadada... Por cierto, ¿quién es? No la había visto antes. Debe de ser nueva en el barrio.
Noe se encogió de hombros. No había visto a esa chica en su vida, a pesar de que conocía a todos los niños del lugar. Suspiró, pensando que probablemente no volvería a verla. Nuri se ajustó su gorra verde a la cabeza y miró hacia los árboles del parque de enfrente.
—Oye, Noe. ¿A que no eres capaz de acertarle de una pedrada al avispero que cuelga de ese árbol?
Un rato después, las dos amigas habían olvidado a la niña morena. Seguramente, no se encontrarían con ella nunca más.
***
El lunes empezó demasiado temprano. Eran las nueve menos cuarto: hora de ir al colegio. Nuri bostezó mientras subía una cuesta con la mochila sobre los hombros. Se detuvo ante una puerta y tocó el timbre. Noe salió y cerró la puerta con la cartera colgada de un hombro, farfullando un adiós hacia el interior de la casa.
—Buenos días —le dijo a Nuri.
Ella sonrió y echaron a andar.
Oyeron a lo lejos el timbre del colegio, tocando como último aviso para los rezagados y las dos chicas se apresuraron para no llegar tarde.
Al entrar en el aula, se sentaron en sus pupitres y sacaron sus libretas. Entonces, entró una chica morena y callada que se sentó en la mesa que quedaba libre por delante de ellas. Nuri y Noe se miraron con los ojos como platos. ¡Aquella chica era la misma a la que Nuri había dado un pelotazo en la cara!
—¡Es ella! —exclamó Noe en un susurro.
—Ya lo veo... —musitó la otra—. ¿Y ahora qué hacemos?
—Quedarnos calladitas para que no nos vea —sugirió Noe—. Ya pensaremos un plan en el recreo.
Noe observó cómo Nuri se calaba más su gorra verde, ocultando sus trenzas rubias bajo ella para ser menos reconocible. Noe deseó que se la tragara la tierra. ¿Por qué narices Nuri había tenido que robarle el reloj a aquella niña?
El maestro don Modesto entró en la clase pasándose la mano por su calva. A continuación, se alisó la chaqueta con las manos y se ajustó el nudo de su impoluta corbata. Luego, se giró hacia sus alumnos y sonrió enseñando sus dientecillos blancos.
—¡Hola, alumnitos! —saludó—. Vamos a empezar la clase de matemáticas. Abrid el libro por la página ochenta y nueve y que salga un voluntario a la pizarra para hacer el problema número dos. ¡Ah! Pero antes, saludad a vuestra nueva compañera. Soraya, ¿verdad? —dijo don Modesto mirando a la chica morena—. Preséntate tú misma.
La chica morena se puso colorada y desvió la mirada hacia su pupitre, luego, dijo con voz muy bajita:
—Me llamo Sora. Vengo de Almería, tengo diez años y no me gustan las matemáticas.
La clase entera se echó a reír al escucharla. La niña siguió mirando su pupitre, más colorada aún, y ya no dijo nada más.
Don Modesto también se rio con su risa de cascabel.
—¡Vaya! —dijo con una simpática sonrisa—. A mí me encantan las matemáticas... Vamos a empezar con el problema. ¿Quién sale a la pizarra?
Marina, la alumna más inteligente y pelota de la clase, levantó la mano. Don Modesto le dio permiso para hacer el ejercicio y la clase siguió llena de números y cuentas.
Cuando sonó el timbre que anunciaba el recreo, Nuri y Noe cogieron rápidamente su merienda, intentando salir de clase antes de que Sora las viese. Pero cuando se escabullían por el pasillo, la niña las vio fugazmente y las siguió hasta el patio.
Las otras, confiadas al creer que no las había visto, se escondieron en un hueco que había detrás de una de las canastas del patio para forjar un plan que las ayudara a escapar de su ira, pero... ¡Sora las encontró antes!
—¡Eh, tú, rubita! —exclamó dirigiéndose a Nuri, que dio un respingo sobresaltada—. ¡Devuélveme mi reloj si no quieres que te dé una paliza!
Nuri, acuclillada detrás de la canasta, permaneció muda. Estaba demasiado sorprendida para hablar. Aquello era raro, porque siempre tenía algo que decir.
—¡Dámelo o te...! —empezó a decir Sora.
Noe se levantó y alzó las manos en un gesto apaciguador, tratando de tranquilizarla.
—Lamentamos el pelotazo de ayer, pero fue sin querer. No queríamos darte a propósito. Y lo del reloj... Seguro que Nuri tiene una buena excusa para...
—¡Se me quedó pegado a las manos! —aseguró Nuri, envalentonándose—. Te lo juro, tía. ¡Te lo juro por Peppa Pig! —repitió al ver la cara de incredulidad de Sora.
—¡Nuri! —la riñó Noe—. ¡Devuélveselo!
Nuri sonrió encantadoramente y se quitó el reloj de la muñeca.
—Por supuesto —decía—. Solo se lo estaba guardando hasta que pudiera devolvérselo…
Sora todavía parecía enfurruñada y era más alta que ellas dos. Noe se imaginó lo que sería tener una enemiga así. Parecía que Nuri pensaba exactamente lo mismo. Había que actuar con rapidez. Se sacó del bolsillo la chocolatina de Huesitos que llevaba de merienda y se la ofreció.
—¿Quieres un trozo? Después de comer podemos jugar al pilla-pilla.
La niña pareció dudar por un momento y sus ojos negros y fieros reflejaron confusión. Finalmente, aceptó la chocolatina.
Noe sonrió y ella también lo hizo.
—Me llamo Noe y ella es Nuri.
—Yo soy Sora.
Nuri le estrechó la mano con energía y así fue como Nuri, Noe y Sora afianzaron su amistad: gracias a un reloj y a un Huesito.
Bueno, ¿qué os ha parecido? Espero que os haya gustado. El próximo viernes os traigo otro capítulo.
¡Un abrazote, amigos!
A la espera del siguiente capítulo! He vuelto de las vacaciones y se me acumula el trabajo jajajaaj, me iré poniendo al día poco a poco. Unbesote!
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