viernes, 13 de enero de 2017

Una venda en los ojos

¡Hola, amigos!

Hace tiempo que no escribo ningún relato porque estoy inmersa en una nueva novela, por lo que os estoy dejando en el blog mis escritos de hace unos años. Como algunos de vosotros ya sabéis, no me llevo nada bien con las tecnologías y con el traspaso de un ordenador a otro, resulta que he perdido unos cuantos relatos, por lo que ya casi no me quedan existencias, por decirlo así. ¡Vaya lío tengo en el ordenador!

Por fortuna, he conseguido encontrar un relatito breve de amor y erotismo. Los que ya me conocéis mejor, sabéis perfectamente que no suelo escribir sobre esta temática, pero aquel día me dio por ahí, como se suele decir, y me lancé con esta temática.

¡Espero que os guste!



UNA VENDA EN LOS OJOS
Noemí Hernández Muñoz

Hacía varios meses desde que le habían quitado las mamas. Él había soportado su abstinencia sexual. Entendía que tenía miedo, que no se sentía atractiva. A veces la presionaba para hacer el amor y ella casi cedía, pero todo acababa cuando buscaba con las manos sus pechos inexistentes. Ella se apartaba furiosa y avergonzada. Después se sentía culpable al ver su decepción.


Desde que le detectaron el primer bulto, le traía flores los viernes. Aquel día fue una excepción: le traía un regalo. Sonriendo con emoción, lo desenvolvió. Era un pañuelo.

—Ven, cariño —dijo él—. Vamos a estrenar tu verdadero regalo. Véndate los ojos.

Ella arqueó las cejas. ¿Una sorpresa? Se puso el pañuelo sobre los ojos y dejó que la guiara hasta el dormitorio. Una vez ahí, su marido le sujetó las manos y le besó las palmas. Ella entendió entonces lo que pretendía. Quiso escapar, pero la seguía sujetando y la obligó a palparle el pecho, lleno de vello rizado. La apretó en un abrazo para impedir que escapara. Ella luchó en la oscuridad de su venda, pero él le besó la mejilla. Sintió en la piel la caricia de su barba mientras sus labios descendían por el lóbulo de la oreja hacia el cuello. Olía su colonia mezclada con sudor. También percibió otro olor: ¿excitación, tal vez? Entonces llegó el miedo y con él la impotencia. No quería que viera aquellas repugnantes cicatrices…

—No quiero decepcionarte… —empezó a decir.

—Tú no puedes decepcionarme.

Él se desabrochó la camisa mientras la retenía apretada contra la pared. Ya no tenía escapatoria. Condujo de nuevo sus manos hasta el pecho. Sus dedos se enredaron entre el vello y lo acariciaron.

—Te quiero tal y como eres —le susurró al oído.

La calidez de su aliento en el cuello le produjo un escalofrío. Él lo notó y la abrazó.

La besó con fuerza, sin permitirle respirar apenas, recorriendo todo su cuerpo con las manos. Ella se entregó al beso. Por primera vez en mucho tiempo, no le importó que le quitara la ropa, que explorara su vientre con la lengua, que mordiera…

Jadeó.

La ceguera hacía que el resto de sus sentidos se intensificaran. Él se acercó peligrosamente a las marcas del bisturí. Ella quiso cubrirse, pero él retuvo sus brazos y meció sus caderas entre sus piernas abiertas al tiempo que sellaba su boca con un nuevo beso. Un escalofrío se extendió por todo su cuerpo. Una caricia siguió a otra: en la mejilla, tras la oreja, en las axilas, en los costados, en el interior de sus muslos…

Indefensa tras el velo de sus ojos, sintió su lengua en las ingles, sus dedos jugando en el monte de Venus, descendiendo hasta el clítoris. Gimió de deseo, sofocada por el calor. Quería más. Él siguió: mordió sus muslos, acarició sus nalgas y su lengua bailó en su clítoris mientras sus dedos exploraban la cavidad de su vagina.

La convulsión del orgasmo fue intensa. Su espalda se arqueó entre jadeos y él supo que había llegado el momento. Introdujo su virilidad en ella y presionó: adelante, atrás, adelante, atrás, adelante…

Los besos volaban, los gemidos se eternizaban y el calor aumentaba en el aire viciado con el aroma del sexo. Con los ojos ciegos, buscó la boca de él y cuando la encontró, mordió y absorbió con ansiedad de meses. Las caderas de él subían y bajaban a un ritmo cada vez mayor. El roce de sus vientres y la respiración entrecortada de él en sus oídos la excitaban. Llegaron juntos al culmen con un último movimiento: adentro, muy adentro. Y cuando ya sentía que él se vaciaba dentro de ella, el velo se desprendió y lo primero que vio fueron sus ojos enamorados rebosantes de amor.



¿Qué os ha parecido? Espero que os haya gustado mi único intento de escribir un relato erótico. Creo que no soy buena para este género, así que, respirad tranquilos porque no creo que vuelva a torturaros con un relato similar, ja, ja, ja.

Para los que hayáis disfrutado de la lectura, os dejo también el audio relato correspondiente, locutado por mi buen amigo Jesús Cainzos Rey.

Y, si a alguien e ha gustado mucho, ya sabéis que podéis descargar aquí el pdf del relato.

¡No dudéis en comentar, aunque sea para pedir mi retirada del género romántico-erótico!



4 comentarios:

  1. Creo que has salido muy bien parada, Noemí. Sobre todo has sabido trascender el limitado horizonte del género para crear una historia de amor, de cómo el marido consigue sacar de ese complejo a su mujer y convertir la desgracia, en oportunidad. La utilización del pañuelo es de un simbolismo genial. Un abrazo!

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    1. Si te ha gustado, me doy entonces por satisfecha. Es el primer experimento serio que hago con el tema erótico-romántico y no me terminaba de sentir a gusto. El erotismo me parece, en general, un tanto vacío y carente de propósito si no hay amor de por medio, de ahí que lo haya utilizado como una herramienta más del amor. ¡Me alegra que hayas captado lo del pañuelo! Temía que la gente se fuera por los cerros de Úbeda pensando en cosas a lo "Cincuenta sombras de Grey", ja, ja, ja. ¡Un abrazote!

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  2. Hola, Noemí. Toda una sorpresa, desde luego. Me ha gustado tu relato. Sobre todo por dos cosas: lo original del tema, presentando el erotismo como terapia. Has incidido en una realidad que está muy presente todas las mujeres que han tenido una mastectomía. Una situación difícil de tatar y a la que tú te has acercado con elegancia. Lo otro que me ha gustado es el uso del pañuelo como símbolo. La verdadera belleza no está en lo visible, sino en lo que no se ve, parece que estés diciendo. Muy buen relato.
    PD: He terminado de leerme "El poder del medallón", en cuando tenga un ratillo te escribo algo a tu correo.
    Un beso

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    1. ¡Muchas gracias por comentar, Isidoro, y más gracias aún por haberte leído la novelita! ¡Estoy deseando conocer tu crítica! Espero que hayas disfrutado de la lectura.
      Como le he dicho antes a David, si te ha gustado el relato, me doy por satisfecha, ya que es la primera vez que escribo algo relacionado con la erótica. Y qué bonito eso que dices: la belleza está en lo que no se ve. ¡Qué gran verdad!
      ¡Un abrazote, amigo!

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